Memoria de corto plazo
o el mal de Doris
El viernes pasado fue 2 de julio, fecha en la que vale mucho la pena detenernos un instante para recordar lo acontecido en el 2000. Parece que fue ayer cuando escuchábamos el jingle publicitario ¡Ya, ya, ya!, o cuando los tres candidatos (dejando fuera a los demás) asistieron por primera vez en la historia a un programa como "Otro Rollo" para hacer actividad propagandística. Como olvidar mi sonrisa nerviosa cuando Fox hizo su famoso berrinche del "hoy", o el debate donde Labastida se quejaba amargamente de que lo habían llamado "mariquita". Lo cierto es que hacer diez años se respiraba un ambiente de cambio; aunque pareciera más bien una novela barata.
Y si hubo un cambio, ¡pero de hampones! Yo no creo que a diez años estemos mejor. ¡Para nada! Por el contrario, hoy México es un oasis para la impunidad y el más desfachatado asilo de una anarquía que cualquier punk inglés envidiaría. Yo no creo que México esté mejor cuando enfrentamos una "lucha" contra el narco que ha costado más de 26 mil vidas, número de bajas comparables con las grandes guerras de la historia. Nadie respeta la ley, comenzando por los que las hacen, y lo peor es que ya no nos sorprende. Los jóvenes desarrollan una depresión profunda derivada en un "valemadrismo" crónico al encontrarse ante una situación de desempleo, de economías en crisis, de valores mutantes y desunión familiar. ¿Cómo queremos que las nuevas generaciones salgan adelante y ganen mundiales con esta desventaja? Hoy, hoy, hoy, México es un suculento botín que la clase política junto con los grandes capitales mundiales se están chingando poco a poco.
Pero de algo estoy seguro, que la culpa es de nuestra falta de memoria. Si México fuera un ordenador sería sin duda una Commodore 64. (hasta en eso estamos atrasados) No tenemos memoria de ningún tipo; ni política, ni económica, ni social, ni cultural, ni de autoestima y mucho menos deportiva.
Como me hubiera gustado que el 2 de junio de hace diez años si hubiera existido un cambio. Todo está en nosotros, es nuestra responsabilidad y de nadie más. Un país sin memoria está condenado a repetir su historia...
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